miércoles, 8 de junio de 2011

El dibujo como excusa para contar cosas

ASI COMO ALGUNOS PERIODISTAS CUENTAN CON UN MICRÓFONO PARA EXPRESARSE, EL INSTRUMENTO DEL DIBUJANTE-PERIODISTA ES EL LÁPIZ

Si un periodista es una persona que se encarga de contarle cosas, hechos, situaciones o historias a la gente, nadie los puede contradecir a Quino, a Sábat, y a Mordillo cuando afirman ser “más periodistas que dibujantes”, ya que, al fin y al cabo, en el periodismo lo que importa además del qué, es el cómo se dice aquello que se quiere contar, y el cómo en ellos, en este caso, es el dibujo.

Franz Kafka, Cristina Férnandez, y Néstor Kirchner
por Hermenegildo Sábat
El uruguayo Hermenegildo Sábat lleva más de 30 años siendo caricaturista en la página de política en Clarín. Publicó su primer dibujo a los 15 años en el diario Acción, de Montevideo, donde también fue periodista, fotógrafo y diagramador. Antes de viajar hacia la Argentina en 1966, a Sábat le ofrecieron ser redactor en El País, pero rechazó el cargo para dedicarse al arte plástico y ser simplemente “un periodista que dibuja”. Jamás va dejar de ser lo primero porque dice que ese oficio es el único que le permite entender el mundo, y lo que pasa es que prefiere reflejarlo a través del lápiz. Las caricaturas políticas de Sábat ya son un clásico. No hablan, sin embargo. No hay diálogo. Y esto, tal vez, sea fundamental para que hoy esté con vida: “Si a alguno de esos dibujos le hubiera puesto palabras, habría sido boleta. Sobre todo en la dictadura. Una sola vez me hicieron escuchar un mensaje amenazador que decía que si yo seguía con los dibujitos, me iban a tirar de un avión. De todas formas, pasaron dos años y tres meses del Golpe hasta que publiqué el primer dibujo de algún militar de la Junta. Otro elemento que también hay que tener en cuenta en este trabajo es que uno tiene que mantenerse siempre lejos de la zona del poder”.
Quino y la censura a través de la tira Mafalda

Otro que siempre “se mantiene informado sobre la actualidad para tratar de reflejar las preocupaciones de la gente y los problemas del mundo” es el humorista gráfico Joaquín Salvador, más conocido como “Quino”, hoy un tanto retirado. En la tira Mafalda, creada en 1963, además de ser de humor, Quino no hacía más que reflejar los problemas por los que atravesaba la Argentina hasta 1973. El dibujo como excusa para mandarle mensajes de contenido social al lector, de enfrentarse a la burocracia, a los errores de la autoridad y las injusticias cotidianas.

Hace más de 60 años que también Guillermo Mordillo no para de dibujar. En 1948 obtuvo el certificado de Ilustrador en la Escuela de Periodismo, y, además de llenar el papel de trazos y líneas ama la entrevista. “Es una de las pocas ocasiones en la cual dos personas se escuchan”, asegura. “A veces juego a la entrevista con mi familia y mis amigos. Lo hice con mi mamá, antes de que falleciera. Le hice una pregunta que a lo mejor ninguno de ustedes le ha hecho a sus madres: ‘mamá, ¿dónde me hicieron?”, cuenta sin avergonzarse, típico del periodista que no tiene miedo de preguntar lo que sea. “A la gente le gusta que te intereses en ella , yo soy más periodista que dibujante porque publico en los periódicos”, explica.

Mordillo y su denuncia del totalitarismo
Mucha gente se habrá enojado, tal vez, con las denuncias que a través de sus caricaturas hace Sábat en el diario Clarín. Hay una escena que dibujó Quino en la que aparece Mafalda y una pared con la frase “Basta de censura” a medio escribir, y un chiste mudo de Mordillo, como claro repudio al totalitarismo, en donde se ve una ciudad con todas casas azules e iguales menos una que tiene el techo rosa, y hay un auto de policía llevándose preso al dueño. Puede que sean un chiste, el fin primero es hacer reír, por supuesto, pero a veces, por ejemplo, pasan a ser más que dibujos. Quino, Sábat y Mordillo, en esos casos, exceden el rol de dibujantes y se transforman en personas que le cuentan algo a la gente. Y de eso se trata, justamente, ser periodista. Ayer ellos también festejaron su día.

lunes, 6 de junio de 2011

Zapping

Raúl está sentado y no sabe qué hacer. La hoja en blanco frente a su rostro lo atormenta. ¿Por qué tan poca imaginación?, se castiga. Tal vez sea porque no comió nada desde que se levantó, piensa, porque como dice su abuela, con la panza vacía uno no rinde. Pero Raúl mucho caso no le da a la frase, no está inspirado porque no está inspirado. Punto. Prende la tele. Eso siempre le da ideas, o le sirve para distraerse y pensar un poco.

Evidentemente no hay nada, Raúl cambia y cambia de canal y no se estaciona nunca en ninguno. Pero cuando el zapping hace que esté por pasar por segunda vez en cada programa, el control descansa y frena en ESPN. Está jugando Juan Ignacio Chela contra Andy Murray por los cuartos de final de Roland Garros. Un pelotazo del escocés termina en la red y Raúl sonríe. Decide ver el partido y al aparato que no paraba de apretar lo sitúa ahora a un costado de la mesa. Raúl no sabe de tenis, o sabe, pero lo mínimo. Desconoce también que Chela está haciendo un torneo bárbaro, que ésta es la segunda vez que accede a esa instancia en París. A Raúl tan sólo le gusta verlos correr, le gusta cuando la cámara enfoca las caras de esos tenistas que sobre polvo de ladrillo batallan en busca de un lugar en semifinales, le gusta ver sus gestos, sus rasgos físicos. Le da un vuelco de alegría porque finalmente sabe qué hacer con ese maldito papel que lo mira, desnudo de líneas y trazos, dese abajo.

Lo sorprende el flaco perfil del argentino. La estatura además, maximiza la delgada percepción de su figura. Y Raúl esboza una línea larga, a la que le da volumen y forma de torso. Exagera el cuerpo. Así le enseñaron de chico que se hacen las caricaturas, resaltando los rasgos más dominantes, los más distintivos. Un buen passing shot de Chela hace que la televisión muestre un primerísimo plano suyo festejando y sonriente. Raúl descubre la diferencia del tamaño de los dientes centrales con respecto a sus laderos y dibuja dos paletas grandes, más largas que anchas. Y ve también que en ese gesto de algarabía, los labios casi desaparecen por lo finos. Traza, borra y vuelve a borrar. Y ruega porque Chela gane el punto, pero no por el beneficio deportivo que significaría, sino para que las cámaras allá en Francia lo enfoquen nuevamente y él pueda dibujar y seguir retratando.

Raúl está fascinado por los rasgos físicos de Chela, y no aguanta más y entonces busca en Internet imágenes del tenista. Una cara puntiaguda que termina con una barbilla angosta pero saliente. La exagera. Resalta también los pómulos y la frente ancha, tapada apenas por esa gorra puesta para atrás. Por qué alguien usaría la gorra así, se pregunta Raúl mientras dibuja. Tal vez para esconder un poco esas orejas grandes que con la gorra no parecen tanto, se responde, racional, de inmediato. Nariz recta y ojos escondidos debajo de dos cejas derechas y, sí, también finas. Menos mal que son negras porque si no al fruncirse tal vez pasarían desapercibidas como le ocurre con los labios, especula. Y la boca que cuando se abre lo hace más horizontal que verticalmente, porque la lengua y el paladar casi no se perciben, pero los dientes se ven enteros: desde el último de la punta derecha hasta el último del de la izquierda. Blancos y brillantes.

Es mala. Chela la tira larga y ahora las cámaras lo toman pero para mostrar su desazón, su bronca. Se le pasaron por alto a Raúl esas patas de gallo y de nuevo lo invaden los interrogantes. ¿Cuántos años tendrá? ¿Habrá canas entre ese pelo negro y será esa otra de las razones por la cual usa la gorra? Con algunas arrugas desparramadas alrededor de los ojos, Raúl termina la caricatura del argentino y se siente bien, satisfecho, porque le gusta lo que ve, y porque logró ganarle a ese papel que hace poco lo torturaba con su despejada superficie, con su blancura.

Dejó el dibujo al lado del control remoto y se cruzó de brazos para seguir atento el partido. Para ver cómo le iba a su criatura, la que lo inspiró y lo sacó de esa insoportable situación de sentirse un inútil con poca inventiva y creatividad. Pero a Chela bien no le va. El escocés es superior y lo termina venciendo por 7-6 (2), 7-5, y 6-2 en casi tres horas de partido. Y la cámara se concentra ahora en Murray y su grito de júbilo. El cuello largo, el ensanchamiento de la cabeza a medida que se asciende, la nariz que desciende rápido y recta, casi aguileña, ese pelo enmarañado y castaño, las cejas fruncidas por más que la expresión sea de alegría. Todo de vuelta. La abuela no sabe nada, la panza vacía no tiene nada que ver. Raúl saca otra hoja y comienza otra vez. Quién sabe cuando vaya a parar para comer.

miércoles, 1 de junio de 2011

“Soy un futbolista dibujando”

Hay tantos aspectos de la vida, tantas tareas o sectores en los que se puede encontrar una relación con el fútbol que surge la pregunta de porqué el dibujo iba a ser una excepción.

Miguel Rep es fanático de Boca, pese a que de chico comenzó siendo de River por una cuestión que ni él puede responder con certeza: “No me puedo acordar por qué. Lo que sí recuerdo es el momento en el que Boca llegó definitivamente: fue cuando me enamoré de Nancy, una compañera de cuarto grado que era de Boca. Yo hacía cualquier cosa por estar cerca de ella, por parecerme, por tener un vínculo. Así que me hice hincha de Boca. Averigüé todo de esa nena, y, como no había manera de acercarme siendo de River, cambié, pero jamás me pasó bola. De ese enamoramiento me quedaron los colores, que son el producto de ese amor”. Pero profundiza y se mete en el terreno de lo artístico para fortalecer todavía más ese cambio que cualquiera calificaría de traición: “Me gustan mucho esos colores porque me encantan los colores fuertes: el azul es mi preferido. La peor combinación es rojo y blanco. Ahí hubo una decisión pictórica”.

Rep, de 50 años, en realidad se apellida Repiso. Es dibujante y humorista grafico, autodidacta, tal cual asegura. Nacido en San Isidro, publicó su primer dibujo a los 14 años. Desde el primer numero del diario Página/12 que Rep realiza un chiste cada día. Lo hace semanalmente para la revista Veintitrés, y mensualmente para Fierro. A veces también colabora para los diarios españoles El País, y La Vanguardia.

Todavía recuerda cuando de chico no lo dejaban salir a la calle a jugar al fútbol y entiende en esto la causa por la que, según él, nunca se transformó en un buen jugador. “Como de chico no me dejaban salir, no aprendí. Lo poco que sé, lo aprendí de grande, a partir de los 18 años, cuando empecé a jugar con otros dibujantes. Pero soy muy patadura. En el Mundial del ’90, en Italia, en el partido debut contra Camerún, que perdimos, el Checho Batista jugó horrible; entonces lo dibujé como una momia. Esa momia gustó tanto que la seguí haciendo hasta hoy. Ahora no es más Batista, son otros jugadores y es un homenaje a lo patadura que soy”, se define, jocoso. Admite que por su profesión también zafó de jugar en un puesto tan ingrato como es el del arquero: “¡Si agarro mal una pelota, me quedo sin dibujar! Eso a veces lo comprenden, y otras me putean. Dicen: ‘¿Cómo? ¿El 'fino' no va al arco?’”.

Alguna vez, Albert Camus y Jorge Valdano aseguraron que lo máximo que aprendieron sobre las personas fue a partir del fútbol. Rep también reconoce que creció como dibujante, al menos en algunas cuestiones, gracias a la pelota: “Siento que soy un futbolista dibujando. Aprendí del fútbol y del ajedrez mucho de lo que aplico en lo laboral. Del ajedrez, aprendí las operaciones importantes, como que hay que imaginar la respuesta del otro, la siguiente tuya y la que viene del otro. Se trata de la prevención. Me dotó de cierta inteligencia, si es que la tengo. Y el fútbol me ayudó a ser un buen espectador. Puedo adivinar una jugada o lo que se viene. Comprendo el cuerpo del jugador, los movimientos, la gambeta del otro, aunque después no me salga en la cancha. Podría describir una gran jugada y un gran gol como si lo estuviese haciendo, aunque no pueda. O me imagino infinitos partidos de fútbol donde la rompo. Aprendí las grandes jugadas, y, cuando por esas casualidades de la vida me sale un buen gol, lo disfruto muchísimo. Son de esas cosas que se afianzan en mi memoria y le dan vuelo a mi creatividad después”.

Ampliando el episodio del actual técnico de la Selección hecho momia durante el Mundial de Italia, Rep explica de dónde surgió el estilo que aplica en sus dibujos: “Yo del fútbol aprendí a dibujar y a hacer humor desde el mal jugador, desde la filosofía del mal jugador, desde ése que dice ‘juego mal y me la banco’”. Declara que para él es muy importante poder hacer algo a partir de una debilidad. Es una forma de compensar una limitación de otra manera y poder disfrutarla. “Se me fueron muchos prejuicios con el fútbol, porque pensaba que nunca iba a poder funcionar colectivamente, y cuando estoy en equipo puedo. Mi trabajo es muy individualista y el fútbol me enseñó que en las gestas colectivas hay que unirse con alegría y bancar en las adversidades”, reconoce.

Creador de más de 60 personajes, autor de más de 20 libros, y pintor a veces de murales en distintos países, es probable que a Rep no le griten en el rectángulo verde frases como “¡dibuje maestro!”, o “qué jugada Miguel, qué artista…”, por su ya confesa escasa habilidad, pero cuando se trata del rectángulo blanco y ese pasto ahora es papel, Rep se mueve como un crack, conocedor del terreno, su trazo va de un extremo de la hoja al otro como un cambio de frente que solo los tocados por la varita pueden hacer. Y es a esta altura donde no se sabe qué se relaciona con qué, si el fútbol con el dibujo o viceversa. Al fin y al cabo es lo mismo y un partidazo puede ser una obra de arte, o un dibujo que no conforma, un espectáculo de ida y vuelta.

Su blog: http://www.miguelrep.blogspot.com/
Su página web: http://www.miguelrep.com.ar/