El dibujo de Caloi, en un momento, seguramente no causaba tanta gracia en París. Era más que un chiste, parecía hasta una imagen premonitoria de lo que podía llegar a pasar y entristecía. Pero ahora no. Ahora las carcajadas pueden fluir tranquilas porque desde febrero que está confirmado: el Roland Garros no sufrirá la mudanza que algunos querían realizar. Habrá reformas, pero no traslado. Nadie se llevará ese polvo mítico a otro lado.
El Roland Garros es el único de los cuatro Grand Slams que desde su comienzo ha permanecido en el mismo lugar, en el histórico sitio de Bois de Boulogne. Y desde 1891, cuando solo admitía jugadores franceses, y desde 1925, cuando se permitió la participación de extranjeros, ha sido el polvo de ladrillo la superficie insignia. Inalterable. Sin embargo, de un debate que comenzó en los últimos años se instaló la idea de mudar el torneo debido a las pocas dimensiones y capacidades en las que se juega. No habrá mudanza pero sí reforma. Toda la remodelación, no obstante, estará lista recién en 2016, así que un por tiempo no se hablará más del tema. Habrá 35 canchas, una de las cuales, la central (el Philippe Chatrier), contará con un techo desplegable ideal para los días de lluvia, la capacidad de personas crecerá a 5 mil y las jornadas nocturnas serán otra de las innovaciones. La primera etapa, que incluye al segundo estadio más importante de la competencia, el Suzanne Lenglen, durará dos años.
Pero ya habrá tiempo para pensar en eso. Ahora en la escena reina el jolgorio, todo el Roland Garros festeja orgulloso por aquella victoria del 13 de febrero cuando su casa de Bois de Boulogne se impuso ante las tentadoras alternativas existentes en caso de mudanza: Versalles, Gonesse y Marne la Vallée. Esta última, por ejemplo, proponía en 35 hectáreas, 55 canchas (con tres centrales y dos con techo retráctil), pero al final pudieron más los 195 votos de los delegados de la Federación Francesa de Tenis que rechazaron el traslado pero determinaron la ampliación de cinco hectáreas.
Los únicos cambios que se verán por ahora serán la nueva utilización de las pelotas francesas Babolat en lugar de las Dunlop del año pasado. La casa, y el lugar se mantienen intactos. Los que quieran aspirar a esta sede, a este polvo histórico de la romántica París y llevárselo a otro lado, van a tener que esperar, y hacer mucho todavía. Qué bueno que el chiste de Caloi sea apenas eso, un chiste.
lunes, 23 de mayo de 2011
No podrán aspirarte
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Seba Elías Cid
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Caloi,
Roland Garros
viernes, 20 de mayo de 2011
"Todos éramos un poco el Loco Chávez"
Más homenajes más para Trillo. Esta es una carta de lectores del diario Clarín (el 16 de mayo) de Javier Arguindegui, un habitante de Misiones, que me pareció interesante:
"Los lectores de historietas de diario no somos eso que sólo aparentamos: comepáginas furgón de cola, pasatiempistas que evadimos la tapa. Arrastramos algo de la filosofía del dolor, digna derrota de la que nos salva cada mañana el heroísmo de un personaje.
Ese alivio, esa utopía, es un sentimiento indescriptible, un código, una fe, como la de un hincha de fútbol. O acaso ¡cuántos empezábamos el Clarín al revés en épocas del Loco Chávez! Pampita era nuestra novia y todos éramos un poco el Loco. Y gracias a Trillo. Es decir, si el diario es como el pan, como el café, como el boleto del bondi ¿qué se puede decir del entrañable guionista de la primera tira de la última página que logró esa identificación irreductible con nosotros que no se haya dicho del canillita, del panadero, del boleto capicúa?
Gracias Trillo, entonces, por cada alivio."
Javier Arguindegui
javierarguindegui@hotmail.com
"Los lectores de historietas de diario no somos eso que sólo aparentamos: comepáginas furgón de cola, pasatiempistas que evadimos la tapa. Arrastramos algo de la filosofía del dolor, digna derrota de la que nos salva cada mañana el heroísmo de un personaje.
Ese alivio, esa utopía, es un sentimiento indescriptible, un código, una fe, como la de un hincha de fútbol. O acaso ¡cuántos empezábamos el Clarín al revés en épocas del Loco Chávez! Pampita era nuestra novia y todos éramos un poco el Loco. Y gracias a Trillo. Es decir, si el diario es como el pan, como el café, como el boleto del bondi ¿qué se puede decir del entrañable guionista de la primera tira de la última página que logró esa identificación irreductible con nosotros que no se haya dicho del canillita, del panadero, del boleto capicúa?
Gracias Trillo, entonces, por cada alivio."
Javier Arguindegui
javierarguindegui@hotmail.com
Dibujo de Daniel Paz |
Por
Seba Elías Cid
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Trillo
miércoles, 18 de mayo de 2011
Las estrellas brillan por sí mismas
OPINIÓN
Revisando una carpeta con recortes viejos encontré una nota de Juan Pablo Varsky titulada “La fiesta que no necesita del fútbol”, escrita el día de la inauguración del Mundial de Sudáfrica 2010. Se refería a la independencia de una Copa del Mundo, o, mejor dicho, de las luces y todo el colorido que hay en ésta con respecto al juego en sí. Fulminante es la forma en la que arranca el texto: “Al Mundial no le interesa el fútbol”. Asegura que no lo necesita, que éste es apenas una excusa. “La FIFA aprovecha este mes para mostrar su productiva industria sin chimeneas: las transmisiones televisivas con más detalle y menos juego, el color de los hinchas, los grandes conciertos y los mensajes solidarios. La Copa del Mundo ha dejado de ser el contenido más importante de este juego”, delata.
Luego, grafica algo que, por lo menos en lo personal, irrita un poco: “El Mundial une a los futboleros de toda la vida y a los curiosos que se asoman solamente en esta época. En esta gran masa de telespectadores, la mayoría quiere ver quién gana y la minoría quiere ver cómo se juega.” Supuestamente, la época de un Mundial debería ser, para los que nos gusta el fútbol, la más hermosa de todas, pero lo que dice Varsky es cierto, el Mundial lo ven todos (o por lo menos se acerca bastante a ese absoluto). Las mismas mujeres que durante una cena me ordenan que apague el televisor mientras trato de ver a Independiente, son las que después, cada cuatro años, saben hasta el nombre del peluquero que atiende al arquero de Holanda. No me molesta que lo vean al Mundial y que opinen de fútbol cómo quieran, pero, ¿tanta hipocresía entre un mes y un mes? Y después lo otro: para los nuevos fanáticos, el mejor equipo es el que sale campeón, no el que mejor juega, pero eso, igual, es otra historia.
Detrás del recorte que encontré, tenía pegado también un fragmento de una entrevista que le hacen a Rodolfo Braceli, autor del libro “De fútbol somos”, y hay una contestación que se refiere justamente a este tema. Le preguntan: “¿Qué le fascina y qué le asusta de una Copa del Mundo?”, y Braceli, genial, responde: “El Mundial nos succiona el cerebro y el corazón. Fascinante y asustador. Me crispa que se desprecie a aquéllos que no gustan del fútbol. Me joden, además, los tipos que dicen ‘a mí me gusta el fútbol en los Mundiales’. Es como si dijeran: ‘A mí me gusta el matrimonio en la luna de miel’”. Ahora, aunque pasó y es posible que siga pasando siempre, ¿por qué lo ven al Mundial, entonces, estas personas? Por la fiesta, supongo, por el marketing, porque está de moda y es de lo único que hablan en la televisión en ese momento, creo. Sino no se entiende cómo el interés por una pelota que rueda desaparece, y hasta se vuelve fastidioso, al mes siguiente. Por eso el Mundial, como afirma Varsky, no necesita del fútbol.
Para gustarle al espectador, Barcelona o España no necesitan que los medios los alaben con los adjetivos más extravagantes que se puedan usar. No necesitan venderse como los equipos que mejor juegan para que todos quieran verlos. Lo demuestran en la cancha, simplemente. Uno si prende la televisión es para ver eso distinto y estupendo que hacen, no porque en la cuadra abunde el “qué bárbaro el Barcelona”. Y el televidente (ojo, el que tiene la capacidad de captarlo) disfruta porque ve a Iniesta o a Xavi siempre dos pasos adelante de la jugada, no porque la FIFA los haya nombrado como dos de los mejores jugadores del 2010. Es justo el premio, claro que sí, pero no son mejores por haberlo recibido. Son inevitables los elogios que llueven sobre el equipo catalán, pero éste no necesita que se lo venda como el mejor de la historia para poder disfrutarlo. A eso apunto.
Hay millones de cosas que no tienen marketing y son igual o hasta más maravillosas (aunque claro, es subjetivo) que muchas otras que sí lo tienen. Liniers no se equivoca, cuando algo es lindo no necesita que la periferia lo ensalce para ser más atractivo. Solo se basta. El fútbol es hermoso en sí mismo. Un Mundial, también. Una estrella brilla con luz propia. Es así de simple.
Revisando una carpeta con recortes viejos encontré una nota de Juan Pablo Varsky titulada “La fiesta que no necesita del fútbol”, escrita el día de la inauguración del Mundial de Sudáfrica 2010. Se refería a la independencia de una Copa del Mundo, o, mejor dicho, de las luces y todo el colorido que hay en ésta con respecto al juego en sí. Fulminante es la forma en la que arranca el texto: “Al Mundial no le interesa el fútbol”. Asegura que no lo necesita, que éste es apenas una excusa. “La FIFA aprovecha este mes para mostrar su productiva industria sin chimeneas: las transmisiones televisivas con más detalle y menos juego, el color de los hinchas, los grandes conciertos y los mensajes solidarios. La Copa del Mundo ha dejado de ser el contenido más importante de este juego”, delata.
Luego, grafica algo que, por lo menos en lo personal, irrita un poco: “El Mundial une a los futboleros de toda la vida y a los curiosos que se asoman solamente en esta época. En esta gran masa de telespectadores, la mayoría quiere ver quién gana y la minoría quiere ver cómo se juega.” Supuestamente, la época de un Mundial debería ser, para los que nos gusta el fútbol, la más hermosa de todas, pero lo que dice Varsky es cierto, el Mundial lo ven todos (o por lo menos se acerca bastante a ese absoluto). Las mismas mujeres que durante una cena me ordenan que apague el televisor mientras trato de ver a Independiente, son las que después, cada cuatro años, saben hasta el nombre del peluquero que atiende al arquero de Holanda. No me molesta que lo vean al Mundial y que opinen de fútbol cómo quieran, pero, ¿tanta hipocresía entre un mes y un mes? Y después lo otro: para los nuevos fanáticos, el mejor equipo es el que sale campeón, no el que mejor juega, pero eso, igual, es otra historia.
Detrás del recorte que encontré, tenía pegado también un fragmento de una entrevista que le hacen a Rodolfo Braceli, autor del libro “De fútbol somos”, y hay una contestación que se refiere justamente a este tema. Le preguntan: “¿Qué le fascina y qué le asusta de una Copa del Mundo?”, y Braceli, genial, responde: “El Mundial nos succiona el cerebro y el corazón. Fascinante y asustador. Me crispa que se desprecie a aquéllos que no gustan del fútbol. Me joden, además, los tipos que dicen ‘a mí me gusta el fútbol en los Mundiales’. Es como si dijeran: ‘A mí me gusta el matrimonio en la luna de miel’”. Ahora, aunque pasó y es posible que siga pasando siempre, ¿por qué lo ven al Mundial, entonces, estas personas? Por la fiesta, supongo, por el marketing, porque está de moda y es de lo único que hablan en la televisión en ese momento, creo. Sino no se entiende cómo el interés por una pelota que rueda desaparece, y hasta se vuelve fastidioso, al mes siguiente. Por eso el Mundial, como afirma Varsky, no necesita del fútbol.
Para gustarle al espectador, Barcelona o España no necesitan que los medios los alaben con los adjetivos más extravagantes que se puedan usar. No necesitan venderse como los equipos que mejor juegan para que todos quieran verlos. Lo demuestran en la cancha, simplemente. Uno si prende la televisión es para ver eso distinto y estupendo que hacen, no porque en la cuadra abunde el “qué bárbaro el Barcelona”. Y el televidente (ojo, el que tiene la capacidad de captarlo) disfruta porque ve a Iniesta o a Xavi siempre dos pasos adelante de la jugada, no porque la FIFA los haya nombrado como dos de los mejores jugadores del 2010. Es justo el premio, claro que sí, pero no son mejores por haberlo recibido. Son inevitables los elogios que llueven sobre el equipo catalán, pero éste no necesita que se lo venda como el mejor de la historia para poder disfrutarlo. A eso apunto.
Hay millones de cosas que no tienen marketing y son igual o hasta más maravillosas (aunque claro, es subjetivo) que muchas otras que sí lo tienen. Liniers no se equivoca, cuando algo es lindo no necesita que la periferia lo ensalce para ser más atractivo. Solo se basta. El fútbol es hermoso en sí mismo. Un Mundial, también. Una estrella brilla con luz propia. Es así de simple.
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Seba Elías Cid
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Disparadores,
Opinión
martes, 17 de mayo de 2011
Domenech, la vida de un ilustrador que ama al deporte
Por Sebastián Etcheberry
Sentado en el pupitre del colegio Sebastián sacaba cada día el cuaderno como el resto de sus compañeros, pero, a diferencia de éstos, no anotaba lo que el docente parado enfrente, empeñado en educar, pronunciaba sin cesar. Sacaba un lápiz él, una birome o lo que fuera e, influenciado por el entorno, se ponía a crear lo que a su mente llegaba. Vale aclarar: no era que no le interesaba para nada lo que el profesor decía, simplemente prefería garabatear, dibujando se sentía feliz. Así empezó Sebastián Domenech su relación con el dibujo: haciendo caricaturas de sus amigos y sus profesores. Hoy es todo un consagrado, sus ilustraciones acompañan habitualmente las notas en el diario La Nación de los periodistas deportivos Juan Pablo Varsky, Ezequiel Fernández Moores, Marcelo Gantman, y así también algunas notas de la sección política. Colabora a veces con la Revista Grip, Caras & Caretas, Newsweek y es el encargado de hacer las tapas de la reaparecida Revista Un Caño.
Domenech, de 32 años, nació en California por cuestiones laborales del padre, pero asegura que se siente bien argentino. Sin embargo, admite que le quedó “en el inconsciente o en el corazón” un amor a ese estilo de vida propio de su lugar natal: estar cerca de la playa, buen clima y mucho sol. “No el del americano, el del californiano”, aclara por las dudas. Otra de las costumbres que le quedó de allá es su amor por la música. A la mañana, mientras dibuja, suele poner de fondo algo tranquilo como Jack Johnson, Bob Marley o bandas similares, pero a la tarde, en cambio, son los furiosos acordes de The Faces los que suenan en la habitación.
Además de la música, Domenech es un apasionado del deporte en general, y del tenis en particular. Todavía recuerda cuando a los 8 años, en la televisión, Alejandro Apo lo vaticinó como el futuro Sabattini del tenis masculino. Tiene muy buena relación con algunos de los principales tenistas argentinos y de vez en cuando se lo ve en los torneos que se realizan en el país. Junto a Mariano Zabaleta, por ejemplo, es el director creativo de la marca de remeras Yanaoui.
Cuando tenía 18 años, y ya luego de confirmar que el augurio de Apo fue demasiado exagerado, comenzó a estudiar la carrera de Periodismo Deportivo en DeporTEA pero al darse cuenta de que lo suyo pasaba por otro lado, desistió. “Era bastante chico, había salido recién del colegio. En ese momento pensé que era lo mío pero me di cuenta que no”, cuenta. En ese entonces, asimismo, no pensaba, ni siquiera imaginaba, que podía llegar a vivir a través del dibujo: “Siempre estuvo. Después de dejar periodismo hice millones de cosas pero hasta que me di cuenta de que realmente de eso quería vivir pasó bastante tiempo.” Explica que trabajar para un montón de medios deportivos le hace bien porque de alguna manera sigue conectado con el deporte, su otra gran pasión.
Cuando el tiempo se lo permite, concurre a la cancha a ver a Excursionistas, pese a llevar a River en el corazón. Nieto de un fallecido hincha de Banfield, Domenech celebró con mucha alegría el título del Taladro en el 2009. Creció escuchando las hazañas que abuelo Eduardo le contaba sobre el equipo del ’51. “Cuándo era chico, para mi era muy difícil entender como se podía ser hincha de un equipo que nunca había salido campeón y que se iba al descenso. Ahí aprendí y entendí lo que era la pasión, la que mi abuelo sentía por el club al que le había dedicado gran parte de su vida sin obtener nada a cambio más que algún reclamo de mi abuela.” En la consagración del Apertura, emocionado, Domenech le dedicó a su abuelo un dibujo del triunfante entrenador Julio César Falcioni.
Casado con Denise, padre de tres hijos (Juana, y dos mellizos: Bruno y Santiago), vive en Belgrano y a veces se lo ve por la calle paseando a su labradora negra Mona. Al margen de las ilustraciones que tiene que hacer por trabajo, Domenech también se dedica a la pintura hiperrealista de indios americanos y al dibujo de animales, especialmente de monos, los favoritos de su hija.
Sentado en el pupitre del colegio Sebastián sacaba cada día el cuaderno como el resto de sus compañeros, pero, a diferencia de éstos, no anotaba lo que el docente parado enfrente, empeñado en educar, pronunciaba sin cesar. Sacaba un lápiz él, una birome o lo que fuera e, influenciado por el entorno, se ponía a crear lo que a su mente llegaba. Vale aclarar: no era que no le interesaba para nada lo que el profesor decía, simplemente prefería garabatear, dibujando se sentía feliz. Así empezó Sebastián Domenech su relación con el dibujo: haciendo caricaturas de sus amigos y sus profesores. Hoy es todo un consagrado, sus ilustraciones acompañan habitualmente las notas en el diario La Nación de los periodistas deportivos Juan Pablo Varsky, Ezequiel Fernández Moores, Marcelo Gantman, y así también algunas notas de la sección política. Colabora a veces con la Revista Grip, Caras & Caretas, Newsweek y es el encargado de hacer las tapas de la reaparecida Revista Un Caño.
Domenech, de 32 años, nació en California por cuestiones laborales del padre, pero asegura que se siente bien argentino. Sin embargo, admite que le quedó “en el inconsciente o en el corazón” un amor a ese estilo de vida propio de su lugar natal: estar cerca de la playa, buen clima y mucho sol. “No el del americano, el del californiano”, aclara por las dudas. Otra de las costumbres que le quedó de allá es su amor por la música. A la mañana, mientras dibuja, suele poner de fondo algo tranquilo como Jack Johnson, Bob Marley o bandas similares, pero a la tarde, en cambio, son los furiosos acordes de The Faces los que suenan en la habitación.
Además de la música, Domenech es un apasionado del deporte en general, y del tenis en particular. Todavía recuerda cuando a los 8 años, en la televisión, Alejandro Apo lo vaticinó como el futuro Sabattini del tenis masculino. Tiene muy buena relación con algunos de los principales tenistas argentinos y de vez en cuando se lo ve en los torneos que se realizan en el país. Junto a Mariano Zabaleta, por ejemplo, es el director creativo de la marca de remeras Yanaoui.
Cuando tenía 18 años, y ya luego de confirmar que el augurio de Apo fue demasiado exagerado, comenzó a estudiar la carrera de Periodismo Deportivo en DeporTEA pero al darse cuenta de que lo suyo pasaba por otro lado, desistió. “Era bastante chico, había salido recién del colegio. En ese momento pensé que era lo mío pero me di cuenta que no”, cuenta. En ese entonces, asimismo, no pensaba, ni siquiera imaginaba, que podía llegar a vivir a través del dibujo: “Siempre estuvo. Después de dejar periodismo hice millones de cosas pero hasta que me di cuenta de que realmente de eso quería vivir pasó bastante tiempo.” Explica que trabajar para un montón de medios deportivos le hace bien porque de alguna manera sigue conectado con el deporte, su otra gran pasión.
Cuando el tiempo se lo permite, concurre a la cancha a ver a Excursionistas, pese a llevar a River en el corazón. Nieto de un fallecido hincha de Banfield, Domenech celebró con mucha alegría el título del Taladro en el 2009. Creció escuchando las hazañas que abuelo Eduardo le contaba sobre el equipo del ’51. “Cuándo era chico, para mi era muy difícil entender como se podía ser hincha de un equipo que nunca había salido campeón y que se iba al descenso. Ahí aprendí y entendí lo que era la pasión, la que mi abuelo sentía por el club al que le había dedicado gran parte de su vida sin obtener nada a cambio más que algún reclamo de mi abuela.” En la consagración del Apertura, emocionado, Domenech le dedicó a su abuelo un dibujo del triunfante entrenador Julio César Falcioni.
Casado con Denise, padre de tres hijos (Juana, y dos mellizos: Bruno y Santiago), vive en Belgrano y a veces se lo ve por la calle paseando a su labradora negra Mona. Al margen de las ilustraciones que tiene que hacer por trabajo, Domenech también se dedica a la pintura hiperrealista de indios americanos y al dibujo de animales, especialmente de monos, los favoritos de su hija.
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Seba Elías Cid
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Ilustración
lunes, 16 de mayo de 2011
1.000 dichos populares, con el ingenio de Díaz y el trazo de Garaycochea
Violeta y Rodolfo jamás imaginaron que ese chiquito que en 1973 aparecía en este mundo jugaría en su vida al menos 1.000 partidos como profesional. Tal vez hasta ni siquiera lo imaginaron con un destino de futbolista. Y muchos menos si no cuando Miguel Ángel Santoro y Ricardo Elvio Pavoni le dijeron a la madre que no llevara más al chico a la 9na división de Independiente porque no le veían un futuro con la pelota. Vaya equivocación cometieron Pepé y el Chivo: el jueves 12 de mayo Javier Zanetti llegó, con 39 años, al millar de encuentros en su carrera. Además, el 12 años consecutivo capitán del Inter es el jugador con más partidos en la Selección (140) y va a pasar un tiempo hasta que alguien lo supere: de los futbolistas en actividad, el más cercano es Messi, con 56. Sin dudas que el Pupi es un emblema de la Nación o al menos, un orgullo. Del mismo modo, el ingenio popular es otro de los orgullosos signos distintivos y característicos del argentino y en el mismo momento en que el pequeño Zanetti empezaba a respirar, un oriundo de Balcarce como Robertson Abel Díaz sacaba un libro con recopilaciones de ejemplos populares: Los 1.000 dichos del ‘dotor’”, con prólogo del cuentista Luis Landriscina y con dibujos interiores y en la tapa del humorista Carlos Garaycochea.
Efectivamente en el libro de Díaz los dichos recolectados son 1000, ni uno más ni uno menos. Según el autor, algunos son bastantes conocidos y él lo único que hizo fue juntarlos todos en un mismo sitio, pero algunos otros partieron de su propia autoría y es ahí donde se nota el humor y el ingenio de este hombre de la pampa bonaerense. Además, como se ve en la tapa, son 1000 dichos del “dotor”, no del doctor, con c, y en el interior del libro las frases -siguiendo por la misma tónica- el ‘de’ directamente se escribe e’, tal su pronunciación en el lenguaje popular.
Por dar unos ejemplos, para referirse a algo demasiado extenso, Díaz lo cuenta de esta manera: “Largo como puteada e' tartamudo”; en cambio, para una situación en donde hubo una demora: “Atrasao como risa e’ sordo”; para una situación riesgosa: “Más peligroso que peluquero mamao” y para describir una figura humana un tanto excedida de peso: “Petiso y gordo como pata e’ billar”. Los dibujos de Garaycochea (inconfundibles en sus trazos) aparecen con bastante frecuencia entrecolados entre los dichos de Díaz. Están en blanco y negro y retratan con humor (por supuesto) algunas de las frases del libro.
Obviamente que Fangio, tal vez, ocupe un lugar mucho más preponderante en el ejercicio de identificar a la Argentina, pero el humor tanto de Garaycochea como el del ingenio popular de Díaz son dos elementos que no se pueden dejar afuera. O si no, ¿a qué otro país se le ocurriría la frase: “Raro como rancho e’ dos pisos” para explicar un hecho extraño, “cargoso como vendedor de rifas”, para decir que alguien decididamente es un pesado, o: “Aburrido como jubilado sin vecino”, para graficar un momento de hartazgo infinito?
Ante la indiferencia de la gente, Violeta y Rodolfo salían de un hospital en Dock Sud con un bebé que con el tiempo alcanzaría el número de cuatro cifras en cuanto a partidos jugados. Por las calles, en tanto, esa misma gente veía su hablar cotidiano identificado en las frases que Díaz, con agudeza, recolectó, y Garaycochea, con humor, dibujó.
Efectivamente en el libro de Díaz los dichos recolectados son 1000, ni uno más ni uno menos. Según el autor, algunos son bastantes conocidos y él lo único que hizo fue juntarlos todos en un mismo sitio, pero algunos otros partieron de su propia autoría y es ahí donde se nota el humor y el ingenio de este hombre de la pampa bonaerense. Además, como se ve en la tapa, son 1000 dichos del “dotor”, no del doctor, con c, y en el interior del libro las frases -siguiendo por la misma tónica- el ‘de’ directamente se escribe e’, tal su pronunciación en el lenguaje popular.
Los dibujos de Garaycochea aparecen entre medio de los dichos de ingenio popular recolectados por Díaz |
Obviamente que Fangio, tal vez, ocupe un lugar mucho más preponderante en el ejercicio de identificar a la Argentina, pero el humor tanto de Garaycochea como el del ingenio popular de Díaz son dos elementos que no se pueden dejar afuera. O si no, ¿a qué otro país se le ocurriría la frase: “Raro como rancho e’ dos pisos” para explicar un hecho extraño, “cargoso como vendedor de rifas”, para decir que alguien decididamente es un pesado, o: “Aburrido como jubilado sin vecino”, para graficar un momento de hartazgo infinito?
Ante la indiferencia de la gente, Violeta y Rodolfo salían de un hospital en Dock Sud con un bebé que con el tiempo alcanzaría el número de cuatro cifras en cuanto a partidos jugados. Por las calles, en tanto, esa misma gente veía su hablar cotidiano identificado en las frases que Díaz, con agudeza, recolectó, y Garaycochea, con humor, dibujó.
lunes, 9 de mayo de 2011
Murió Carlos Trillo, creador de El Loco Chávez
El gran historietista Carlos Trillo, guionista de El Loco Chávez y Las puertitas del señor López entre otras tiras, murió ayer en la lejana Londres luego de sufrir una desconpensación mientras paseaba con su esposa. Fue llevado al hospital pero no pudieron hacer nada y es por eso que hoy el mundo del cómic está de luto.
Trillo comenzó en 1964 colaborando en la revista Patoruzú Semanal hasta 1968 y luego en la editorial García Ferré. Además de escribir cuentos y notas de estilo periodístico, Trillo escribía los guiones de las tiras de la publicación: Hijitus, Antifaz, Topo Gigio, y La Familia Panconara.
En 1972 ingresó a la revista Satricón y conoció a Horacio Altuna, con quien más tarde, en 1975, crearía la popular tira cómica El Loco Chávez, un periodista porteño hincha de Racing y corresponsal extranjero, que vivía diferentes aventuras en ciudades como Copenhague, París, Venecia y San Francisco. La tira fue un éxito, se publicó durante 12 años (desde el 26 de julio de 1975 hasta el 10 de noviembre de 1987) en la contratapa de Clarín y curiosamente El Loco Chávez apareció por primera vez en Londres, lugar donde su creador se despidió.
Luego, en 1979, construida como una denuncia a la libertad de expresión en una Argentina bajo el régimen de la dictadura militar, Altuna y Trillo crearon Las puertitas del Señor López, un oficinista gordo, petiso y cobarde que vive atormentado por sus jefes, sus compañeros, sus vecinos y su esposa. Ante esa incapacidad de rebelarse contra ello, ingresaba a un mundo alterno e interior (siempre por una puerta de un baño) para refugiarse. Fue llevada al cine en 1988 y obtuvo el Gran Premio en el Festival Chaplín del Humor en Vevey, Suiza.
Otras de sus creaciones fueron: Cybersix, El Negro Blanco, Fulú, Merdichesky, Alvar Mayor, Un tal Daneri, y Clara de Noche, una de las últimas.
“No lo puedo creer. Estamos desvastados, Carlos querido...", publicó el dibujante Rep en su sitio web. Otro que sufrió a montones su perdida fue Claudio Kappel, dibujante en La Prensa: “Cada 15 días se solía encontrar en un bar con Maicas para escribir los guiones de Clara y alguna historieta para la revista Genios, y como el bar quedaba a dos cuadras de casa, siempre me invitaban a tomar un café para charlar un rato, momento que yo disfrutaba mucho. Voy a extrañar mucho esos encuentros y sobre todo a Carlos, una persona sencilla, cálida, humilde, de esos tipos que quedan pocos. Le agradezco por tantos momentos de magia vividos gracias a sus geniales creaciones”.
En estos momentos muchísimas páginas de diversa índole lo están recordando a su manera. Alguien asegura que Trillo fue una de las personas más queridas del medio y nadie lo contradice, es más, la gente apoya el comentario y agrega lo suyo. “Una perdida irreparable para el arte y la cultura”, diagnostica Laura. “Los grandes nunca se van, siempre dejan su obra como legado para la posteridad”, asiente Norberto R., otro que creció leyendo Las puertitas del Señor López. “Los Historietistas rendimos homenaje en esta excelente persona que siempre brindo palabras de aliento y consejos para quienes tuvimos la suerte de conocerlo. Trillo vive en cada viñeta, en el corazón de quienes lo admiramos”, escribe César Carrizo.
Todavía recuerda Alejo García Valdearena, hoy dibujante de Poco y nada en la Revista Viva de Clarín, cuando de chico acudía al estudio de Trulli en Vicente López “en busca de un consejo, un contacto, una opinión, un empujoncito. Sus logros como profesional son casi infinitos y bien conocidos por todos, así que, a modo de homenaje, me gustaría destacar dos cualidades de la persona: su humildad y generosidad. Siempre se tomó el tiempo de atendernos a todos y de hacernos sentir que éramos sus colegas. La cantidad de ‘empujoncitos’ que Carlos repartió a diestra y siniestra a lo largo de su vida, la cantidad de gente que descubrió, guió, recomendó, aconsejó y apadrinó es inmensa. La importancia de ese legado, me atrevería a decir, es tan grande como la de su colosal obra”.
Se fue un grande de las historietas y tiras cómicas, creador de personajes inolvidables. Ese ritual de recibir el diario a la mañana y estallar a carcajadas con las vivencias de Chávez o los tormentos de López hoy se transformó en llanto, o cuanto menos congoja, al desayunar con la terrible noticia del adiós de Trulli.
Sebastián Etcheberry
Trillo comenzó en 1964 colaborando en la revista Patoruzú Semanal hasta 1968 y luego en la editorial García Ferré. Además de escribir cuentos y notas de estilo periodístico, Trillo escribía los guiones de las tiras de la publicación: Hijitus, Antifaz, Topo Gigio, y La Familia Panconara.
En 1972 ingresó a la revista Satricón y conoció a Horacio Altuna, con quien más tarde, en 1975, crearía la popular tira cómica El Loco Chávez, un periodista porteño hincha de Racing y corresponsal extranjero, que vivía diferentes aventuras en ciudades como Copenhague, París, Venecia y San Francisco. La tira fue un éxito, se publicó durante 12 años (desde el 26 de julio de 1975 hasta el 10 de noviembre de 1987) en la contratapa de Clarín y curiosamente El Loco Chávez apareció por primera vez en Londres, lugar donde su creador se despidió.
Luego, en 1979, construida como una denuncia a la libertad de expresión en una Argentina bajo el régimen de la dictadura militar, Altuna y Trillo crearon Las puertitas del Señor López, un oficinista gordo, petiso y cobarde que vive atormentado por sus jefes, sus compañeros, sus vecinos y su esposa. Ante esa incapacidad de rebelarse contra ello, ingresaba a un mundo alterno e interior (siempre por una puerta de un baño) para refugiarse. Fue llevada al cine en 1988 y obtuvo el Gran Premio en el Festival Chaplín del Humor en Vevey, Suiza.
Otras de sus creaciones fueron: Cybersix, El Negro Blanco, Fulú, Merdichesky, Alvar Mayor, Un tal Daneri, y Clara de Noche, una de las últimas.
“No lo puedo creer. Estamos desvastados, Carlos querido...", publicó el dibujante Rep en su sitio web. Otro que sufrió a montones su perdida fue Claudio Kappel, dibujante en La Prensa: “Cada 15 días se solía encontrar en un bar con Maicas para escribir los guiones de Clara y alguna historieta para la revista Genios, y como el bar quedaba a dos cuadras de casa, siempre me invitaban a tomar un café para charlar un rato, momento que yo disfrutaba mucho. Voy a extrañar mucho esos encuentros y sobre todo a Carlos, una persona sencilla, cálida, humilde, de esos tipos que quedan pocos. Le agradezco por tantos momentos de magia vividos gracias a sus geniales creaciones”.
En estos momentos muchísimas páginas de diversa índole lo están recordando a su manera. Alguien asegura que Trillo fue una de las personas más queridas del medio y nadie lo contradice, es más, la gente apoya el comentario y agrega lo suyo. “Una perdida irreparable para el arte y la cultura”, diagnostica Laura. “Los grandes nunca se van, siempre dejan su obra como legado para la posteridad”, asiente Norberto R., otro que creció leyendo Las puertitas del Señor López. “Los Historietistas rendimos homenaje en esta excelente persona que siempre brindo palabras de aliento y consejos para quienes tuvimos la suerte de conocerlo. Trillo vive en cada viñeta, en el corazón de quienes lo admiramos”, escribe César Carrizo.
Todavía recuerda Alejo García Valdearena, hoy dibujante de Poco y nada en la Revista Viva de Clarín, cuando de chico acudía al estudio de Trulli en Vicente López “en busca de un consejo, un contacto, una opinión, un empujoncito. Sus logros como profesional son casi infinitos y bien conocidos por todos, así que, a modo de homenaje, me gustaría destacar dos cualidades de la persona: su humildad y generosidad. Siempre se tomó el tiempo de atendernos a todos y de hacernos sentir que éramos sus colegas. La cantidad de ‘empujoncitos’ que Carlos repartió a diestra y siniestra a lo largo de su vida, la cantidad de gente que descubrió, guió, recomendó, aconsejó y apadrinó es inmensa. La importancia de ese legado, me atrevería a decir, es tan grande como la de su colosal obra”.
Se fue un grande de las historietas y tiras cómicas, creador de personajes inolvidables. Ese ritual de recibir el diario a la mañana y estallar a carcajadas con las vivencias de Chávez o los tormentos de López hoy se transformó en llanto, o cuanto menos congoja, al desayunar con la terrible noticia del adiós de Trulli.
Sebastián Etcheberry
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