El gran historietista Carlos Trillo, guionista de El Loco Chávez y Las puertitas del señor López entre otras tiras, murió ayer en la lejana Londres luego de sufrir una desconpensación mientras paseaba con su esposa. Fue llevado al hospital pero no pudieron hacer nada y es por eso que hoy el mundo del cómic está de luto.
Trillo comenzó en 1964 colaborando en la revista Patoruzú Semanal hasta 1968 y luego en la editorial García Ferré. Además de escribir cuentos y notas de estilo periodístico, Trillo escribía los guiones de las tiras de la publicación: Hijitus, Antifaz, Topo Gigio, y La Familia Panconara.
En 1972 ingresó a la revista Satricón y conoció a Horacio Altuna, con quien más tarde, en 1975, crearía la popular tira cómica El Loco Chávez, un periodista porteño hincha de Racing y corresponsal extranjero, que vivía diferentes aventuras en ciudades como Copenhague, París, Venecia y San Francisco. La tira fue un éxito, se publicó durante 12 años (desde el 26 de julio de 1975 hasta el 10 de noviembre de 1987) en la contratapa de Clarín y curiosamente El Loco Chávez apareció por primera vez en Londres, lugar donde su creador se despidió.
Luego, en 1979, construida como una denuncia a la libertad de expresión en una Argentina bajo el régimen de la dictadura militar, Altuna y Trillo crearon Las puertitas del Señor López, un oficinista gordo, petiso y cobarde que vive atormentado por sus jefes, sus compañeros, sus vecinos y su esposa. Ante esa incapacidad de rebelarse contra ello, ingresaba a un mundo alterno e interior (siempre por una puerta de un baño) para refugiarse. Fue llevada al cine en 1988 y obtuvo el Gran Premio en el Festival Chaplín del Humor en Vevey, Suiza.
Otras de sus creaciones fueron: Cybersix, El Negro Blanco, Fulú, Merdichesky, Alvar Mayor, Un tal Daneri, y Clara de Noche, una de las últimas.
“No lo puedo creer. Estamos desvastados, Carlos querido...", publicó el dibujante Rep en su sitio web. Otro que sufrió a montones su perdida fue Claudio Kappel, dibujante en La Prensa: “Cada 15 días se solía encontrar en un bar con Maicas para escribir los guiones de Clara y alguna historieta para la revista Genios, y como el bar quedaba a dos cuadras de casa, siempre me invitaban a tomar un café para charlar un rato, momento que yo disfrutaba mucho. Voy a extrañar mucho esos encuentros y sobre todo a Carlos, una persona sencilla, cálida, humilde, de esos tipos que quedan pocos. Le agradezco por tantos momentos de magia vividos gracias a sus geniales creaciones”.
En estos momentos muchísimas páginas de diversa índole lo están recordando a su manera. Alguien asegura que Trillo fue una de las personas más queridas del medio y nadie lo contradice, es más, la gente apoya el comentario y agrega lo suyo. “Una perdida irreparable para el arte y la cultura”, diagnostica Laura. “Los grandes nunca se van, siempre dejan su obra como legado para la posteridad”, asiente Norberto R., otro que creció leyendo Las puertitas del Señor López. “Los Historietistas rendimos homenaje en esta excelente persona que siempre brindo palabras de aliento y consejos para quienes tuvimos la suerte de conocerlo. Trillo vive en cada viñeta, en el corazón de quienes lo admiramos”, escribe César Carrizo.
Todavía recuerda Alejo García Valdearena, hoy dibujante de Poco y nada en la Revista Viva de Clarín, cuando de chico acudía al estudio de Trulli en Vicente López “en busca de un consejo, un contacto, una opinión, un empujoncito. Sus logros como profesional son casi infinitos y bien conocidos por todos, así que, a modo de homenaje, me gustaría destacar dos cualidades de la persona: su humildad y generosidad. Siempre se tomó el tiempo de atendernos a todos y de hacernos sentir que éramos sus colegas. La cantidad de ‘empujoncitos’ que Carlos repartió a diestra y siniestra a lo largo de su vida, la cantidad de gente que descubrió, guió, recomendó, aconsejó y apadrinó es inmensa. La importancia de ese legado, me atrevería a decir, es tan grande como la de su colosal obra”.
Se fue un grande de las historietas y tiras cómicas, creador de personajes inolvidables. Ese ritual de recibir el diario a la mañana y estallar a carcajadas con las vivencias de Chávez o los tormentos de López hoy se transformó en llanto, o cuanto menos congoja, al desayunar con la terrible noticia del adiós de Trulli.
Sebastián Etcheberry
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